Y me dijo todo convencido:
-Imposible, a todos los que le he preguntado han dicho lo contrario.- se quitó las gafas abatido y hundió los hombros en señal de rendición.
Yo sonriente le puse una mano sobre el hombro y sacudí la cabeza.
-Sigues empeñado en ver la verdad en un puñado de humanos. Ninguna respuesta es más verdadera que otra. Cada uno percibe y procesa del entorno lo que luego en el cerebro toma estructura y se mezcla con nuestra esencia por así decirlo.
-No entiendo, ¿me estás diciendo que en juicio el asesino tiene razón al decir que no asesinó a posta o que no lo hizo él?
Negué con la cabeza.
-Déjalo, estas confundido por todo esto. Pásate mañana por la tarde y hablaremos con más calma.
Se levantó dejando chirriar la silla y con los ojos vidriosos se despidió.
Cuando oí el motor de su Seat encenderse me senté en la butaca y dejé reposar la cabeza contra el respaldo del sillón. Hacía demasiado frío y estaba exhausta de tanto pensar, así que con resignación me levanté y me refugié en la cama.
Allí entré de una vez por todas en calor y pude recordar con satisfacción cada palabra de nuestra extensa conversación. Parecía que al fin no era la única en ese pueblucho que dedicaba más tiempo a pensar que plantar patatas. Todo era mucho más fácil y divertido de cuestionar cuando lo hacíamos juntos. Oliver y Rosalia, suena raro ¿verdad?, pero es precioso verlos tan juntos, a solo una "y" de tocarse.