Me pusiste límites y me derrumbé. Pero cuando me levanté todo tembló y conseguí arrancarles esa sonrisa de superioridad de los labios.
Aun con esa aura de inocencia me elevé sobre las ruinas y grité cuanto quise. Nadie me calló, ni lo intentaron, porque sabían quien era el ganador en esa guerra cruel. Habían desangrado demasiadas esperanzas para importarle otra más. Pero yo conseguí renacer de entre las cenizas con más fuerza que cuando me caí.
Riendo aun cogí una piedra de entre los montones que me rodeaban. Pesada y fría al tacto, tan tosca como letal. Sin pensarlo la lancé sobre su muro. Estallé sus defensas y dejé que otros buscaran su venganza mientras yo me limitaba a observar.
Sentada sobre una torre contemplé su caída mientras me relamía satisfecha.
