domingo, 3 de febrero de 2013

Everybody has a secret world

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Todo puede volver a ser cierto; todo puede volver a ser mentira. Todo depende de ti.


Camina en silencio, escuchando el resonar de sus tacones sobre la calzada.
 Tras ella queda un rastro de colillas a las que el viento arrastra en apenas unos segundos.
No quiere ver lo que en los cristales se está reflejando, no quiere escuchar el mudo paseo de un fantasma.
Esta sola, incluso más sola que la Luna sin su ardiente amante,  pues para ella no hay rutina que le asegure verlo,  tampoco hay nada que la mantenga por la fuerza pegada a su estela.
Consumida por el rencor, la incertidumbre, el amor y la dudas se detiene unos instante para sollozar.
 Le viene  a la mente una canción que escuchó en un bar de carretera unos días atrás, "This girl is on fire", espera no estallar en llamas de un momento a otro, pero se le ocurre una idea. Si el lobo no sale de su guarida, ella irá a la guarida.
Como una modelo que se levanta de un tropiezo balancea sus caderas con sensualidad y  infunde coraje a su tenso cuerpo.
Calles después y en una hora de esfuerzo físico llega jadeante. Los talones le sangran por caminar con los tacones toda la noche y su maquillaje peligra por tanta lagrima derramada.

Su suspiro se pierde en el ruido del pub.
Todo está patas arriba, las sillas volcadas, las mesas rotas en muchos casos y botellas hechas añicos por todas partes. En el fondo esta teniendo lugar una pelea entre do masas de personas borrachas y tambaleantes.

Ástrid camina hasta la barra con la esperanza de verle aparecer entre el gentío y abrazarlo, pero oculta muy bien su dolor con una sonrisa fría al camarero.  Le dan arcadas al  comprobar como la recorre con ansias contenidas. Dividida entre la decisión de corre hacia a puerta y perder la única oportunidad que tendrá de poder encontrase y huir de esa panda de cerdos pervertidos clava las uñas en la madera de un taburete y lo acerca a su cuerpo menudo.
Después de darle unos tragos al vaso  lo deja abandonado con una media Luna sangrienta en el borde.
Alguien ha entrado dejando pasar una brisas marina al mugriento local.
Su pelo se agita en respuesta de la nueva presencia y el vello de la nuca se le eriza. Algo presiente. En lo que no repara es en sus sudosas manos y el nudo que se le esta empezando a formar en la garganta.


-Un whisky. - la voz es ronca, sensual. Ástrid lo mira de soslayo, tiene la cara oculta bajo mechones de pelo castaño que alborotados forman bucles en las puntas.

-¿Que hace un señorito como tú en un lugar como este?

La voz envuelve al hombre y le provoca un estremecimiento.

-Ástrid.- dice mirándola con cautela. Conteniendo el aluvión de sentimientos que le provoca su presencia.

Ella le saluda alzando su vaso de vodka y sonríe.

-Creo que tenemos algo pendiente, - se levanta y tira los zapatos al suelo pegajoso del bar.- Caminemos.