sábado, 5 de enero de 2013

El Vals del olvido

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Como si algo de este extraño mundo tuviese sentido, como si sus risas hoy estuviesen presentes, como si no estuviese sola en esta mañana de Viernes.
Capto en hiriente silencio su respiración al otro lado de la pared. Cae del cielo la esperanza de reencontrarnos, pero se despluma como un ángel caído al recordar que se ha ido.
Más dolida incluso, me levanto y camino por el cuarto tenebroso. Es navidad, navidad del 2012 y en el aire se respira olvido.
Mis ojos caen del techo y ascienden por las cortinas descoloridas con cansina pereza repetidas veces.
No hay más que recuerdos, voces y llaves en esta habitación así que suspiro y sigo caminando como acorralada por el miedo.
Si mi memoria no me falla guardo una guitarra en el armario.
Cruzo a toda prisa la habitación y efectivamente la encuentro dormida contra el fondo oscuro del guardarropa.
Estornudo sin evitarlo a causa del polvo y con cariño acaricio las cuerdas. Está vieja y no susurra como hace unos años, pero sigue siendo parte de mi así que voy colocando los dedos en las cuerdas y con efectividad afinando sus notas, embelleciendo su sonido, liberándome a cada nota un poco más. Empiezo a tocar una canción lenta, delicada y melancólica. Mis ojos se cierran y recuerdo cuando tú cantabas y yo tocaba para tu voz. Teníamos esa armonía perfecta que tanto te gustaba y que tanto me hace extrañarte.
Sigo rasgando el aire con notas extras que empiezo a improvisar, me encanta, me siento fuerte así que sigo mientras las lágrimas se quedan retenidas en mis océanos azules.
Pienso en las tardes que nos perdíamos por las carreteras más extrañas que podíamos encontrar y como gritábamos a ritmo de AC/DC, tu pie en el acelerador y la sensación de estar volando.
Las mañanas bañadas por chocolate caliente en la cama, como me besabas  y tus labios sabían a gloria.
Noches en las que me refugia en tus brazos, mirábamos películas románticas y lloraba cuando quería tus caricias en mis mejillas.
Era tan feliz que nunca pensé en que todo tiene su fin (o casi todo) así que no quise atraparlo en un bote y cerrar la tapa para verlo cuando ya no estuviese, hermoso y palpitante, lleno del positivismo que ya no me llena el pecho.