jueves, 30 de agosto de 2012

No busques la misma belleza única




Se inclinó sobre mi mientras los coches pasaban  a nuestro lado tocando el claxon irritados por nuestro atrevimiento. Su mano agarraba mi brazo con firmeza y sus ojos marrones miraban atentamente los míos. Era un palmo más alto que yo y tenía una sonrisa cálida. Su tacto era delicado y frío.

-Tienes los ojos más bonitos que jamás he visto-dijo ante mi sorpresa. Los coches seguían pasando pero ya no prestaba  atención a su exigencia . Unas gotitas de felicidad empezaron a caer con lentitud de mi corazón, el me había traído aquella vida que había perdido en años.
Me aferré al bastón y lo miré con incredulidad.
-Mis ojos son corrientes, de un color que apenas destaca - dije apartándome de el.

Volvió  a mirarme con sincero respeto.

-No es el color, no es la forma, es la vida que se esconde tras sus grietas verdosas, es la felicidad que se escurrió del marrón gastado, es la ternura que brilla en el blanco. - Las lágrimas cayeron por mi rostro curtido por los años y el frío de los duros inviernos. Eran las palabras más bellas que me habían dicho desde que era una niña.

-No se como te llamas , no se quien eres,  te agradezco tu interés por mis ojos pero tengo que irme, mi nieta me espera.- dije deshaciéndome de su mano.

Avanzaba ya entre los coches enfurecidos cuando lo oí otra vez.

-¡Espere, déjeme hacerle una fotografía, una sola aun que sea!- me sentí joven de pronto, pero no paré, era cierto que mi nieta me esperaba, pero aun faltaba unas cuentas horas para nuestro encuentro. Me giré una última vez y lo vi, allí plantado , con la mano alzada y una expresión de sorpresa en el rostro, la gente desvía sus automóviles para no arrollarlo, pero el no parecía darse cuenta de nada más que de mi presencia alejándose.
Mis pasos eran lentos y cansados cuando sin previo aviso acudió  a mi el recuerdo de cuando todo era hierba y fincas enormes por las cuales los niños corrían alegres, las tiendas pequeños locales familiares y los coches una leyenda de ciudad. Eramos más felices que ahora por que no necesitábamos más que lo que teníamos, las cosas eran diferentes  finalicé dolida por todo y por nada.
Vi un banco solitario bajo la sombra de un edificio en ruinas y me acomodé en la rígida madera. La artritis me dio un descanso, tenia las rodillas destrozadas de tanto caminar y me faltaba el aliento. Sabía que tenía 80 años pero nunca lo interiorizaba los suficiente para darme cuenta de que hay cosas que ya no se pueden hacer a mis años.

-¡Abuela!- Zenobia corrió hasta mi y me estrechó con entusiasmo.
-Hola cariño- dije intentando incorporarme.
-Mira abuela te presento a Brais - dijo señalando a un chico se se ocultaba ligeramente  tras una esquina.
Entonces  lo reconocí por la mirada sincera. No me molesto nada que me siguiese.
-Dice que te escapaste de él en el cruce y por eso te siguió, solo quiere sacarte una fotografía para su exposición. ¿Sabes? Es fotógrafo. - su mirada brillaba cuando hablaba pero fue tan breve el momento que no pude reconocer el sentimiento que se escondía tras su brillo furtivo.
- Bueno si me lo dices así no me puedo negar... -dije sonriendo hacía el joven de sonrisa cálida.

-Vengan ami estudio que está a pocas calles de aquí, ¿les parece bien?- pregunta mirando alternativamente  a mi  nieta y a mi.
-Por supuesto.-dije mirando las manos temblorosas del joven.
Esperamos unos minutos en silencio.
-¿Abuela que te dijo Brais para que te escaparas?- dijo recostando su cabeza contra mi hombro.
-Nada malo cariño, es que no estoy acostumbrada a escuchar cosas bonitas.

Su sonrisa me encantó. Con aquellos rasgos definidos, fuertes. La sonrisa suavizaba la dureza de su mirada. Siempre tan orgullosa y rebelde... Tan parecida a mi de joven...