miércoles, 16 de marzo de 2016

Rutas salvajes.



A veces ni te das cuenta. Las manos giran el volante y las ruedas viran siguiendo la mecánica del coche. La ruta se desdibuja y el camino se cubre de niebla.
Ya no hay lineas blancas que delimitan el asfalto, no hay límites de velocidad por que los coches apenas logran avanzar entre las sombras de una noche densa.
Y después de meses recorriendo carreteras que no dejan de enredarse te das cuenta de que has perdido la batalla. Ya no sigues la señalizada e iluminada carretera de la que partiste.
Ahora la cuneta es un precipicio negro que parece sonreír cuando el cansancio hace mella en ti, cuando los pies resbalan y la cabeza se hunde. Quiere engullirte, espera para aceptar tu cuerpo tierno y cálido.
Cuando la noche penetra dentro del coche los cánticos del Erlkönig tratan de adormecerte. Te susurran que sucumbas al sueño,  que tus manos dejen de aferrarse al volante cada vez más aturdido de tantos cambios bruscos de dirección.
"Duerme me dice, entrégate a mis brazos, duerme paporroibo."
Pero aun que crean que mi mente tentada es débil se confunden. Mis manos no se separaron del volante, mis pies siguen en sus posiciones y mi mirada aun que se pierda entre las nubes vaporosas no deja de buscar la carretera que abandonó.