...Unas hermanas que mientras su padre cortaba troncos en el bosque contaban historias de un cuaderno secreto.
El día lo pasaban en la casa de su tía, una mujer gruñona y de pocas palabras.
Su madre trabajaba en la lejana ciudad. Ambas aspiraban a que un día ella las recogiese en aquel extraño artefacto de metal y ruedas de goma para recorrer la ciudad y aspirar el aire de la libertad.
Alicia es castaña y alta, la mayor. Elisa es de pelo negro y sonrisa tímida.
El olor a cuero y a rocío inunda el claro donde las dos hermanas empiezan la historia hoy.
"-El hombre no es si no un esclavo de su ambición.
-¿Qué dices niña? El hombre es el poder de los poderes, el alma que mantiene en pie este mundo. - el señor molesto por la mirada fría de la niña abandonó a prisa la pequeña tienda.
-¿Mamá es verdad lo que este ignorante hombre dijo?
-Por supuesto Mikaela. La verdad sale de los labios de personas como él. Ilustres hombres de ciudad. - dijo la mujer cerrando los ojos.
-¿Y si te dijera que puedo probar lo contrario?
-Te diría que te encerrases en tu cuarto y no volvieses a molestar a otro cliente. El pan no lo trae la palabrería y los malos modales. ¿Cómo una niña tan pequeña puede enfrentarse a un hombre culto y maduro?
La niña sin decir palabra alguna se encerró en su cuarto y no volvió a molestar a otro cliente,. Nunca más hablaría ."
Alzaron los ojos al unísono y empezaron a pensar sobre lo que habían leído.Como cada tarde de verano en las que se podían librar de su tía.
-¿Alicia te pasa algo?
-¿Eh? -Alicia acababa de pestañear confusa y miraba las solapas del libro que sostenía su hermana.
-¿Elisa donde encontraste el libro?
-¿Yo? Pensé que lo habías traído tu.
-¿Entonces...?
El libro vibró en manos de Elisa y empezó a pasar sus hojas como si el viento lo azotase furioso.Al terminar ambas pudieron comprobar que sus páginas estaban vacías.
-¡Alicia, Elisa venir aquí!-gritó su tía desde la ventana del caserío.