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Parece perdida dando tumbos entre árboles escuálidos y retorcidos, sus pasos vacilan en la linea de camino empedrado. Camina entre sombras desgarbadas y alientos helados, preguntándose donde está la dignidad del depredador que acecha sin darse a conocer, que gruñe sin saltar y que se relame sin morder.
Su sangre permanece en las venas pero ella sabe que ya tiene otra morada. Los ojos amarillos del miedo no le quitan la mirada de encima, quizás hoy muera entre piedras y ceniza, quizás corra, quizás ningún quizás se cumpla.
El pulso se mantiene acelerado, la tensión aumenta y el depredador jadea. Sus piernas, torpes, hoy danzan entre las piedras, sus manos se estrujan una a la otra en señal de rebelión. Quizás hoy luche.
La oscuridad se vuelve menos densa a la vez que el depredador deja de gruñir.
Hoy ganó, pero mañana volverá el quizás.
